miércoles, 3 de abril de 2013

Raciones de besos

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Empieza la primavera y por tanto el calor. Echaba de menos el calor y las sandalias, los pantalones cortos y los vestidos, ir a la playa y tomar el sol con amigos. Estaba harta de ese invierno, tanto frío y tanta lluvia que impedía que pudiese disfrutar del día. El reloj marca las dos en punto del mediodía y el timbre suena. Salen todos desesperados por llegar a casa, comer y descansar un rato viendo tu serie favorita o echarte una buena siesta, otros pasarse la tarde estudiando y llena de deberes y otros yendo a hípica o a natación. Esta vez romperé la rutina: iré a comer a un buen restaurante cerca del instituto con mi chico, luego iremos a dar una vuelta y para acabar una gran ración de besos, abrazos y felicidad. 
Estábamos en el banco, nuestro banco, sentados el uno frente al otro, mirándonos fijamente y hablando de cómo el destino nos ha juntado después del transcurso de tanto tiempo. Me senté junto a él, ni el viento podía pasar entre nosotros de lo pegados que estábamos; me acariciaba el pelo con la mano izquierda,  la misma que rodea mi cuello, con tanta dulzura que el sueño se apoderaba de mi; con la mano derecha me apartaba ese pelo dichoso que sale del recogido que me he hecho ese día. Hacia un rato había sol, ya no. Todo se nubló y empezó a chispear fue entonces cuando decidimos irnos a nuestras respectivas casas. Para despedirnos otra ración de besos y abrazos. Un hasta luego como despedida y un ''buenas noches cariño'' hacen que me vaya feliz a dormir. 

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