lunes, 9 de abril de 2012

Mariposas en el estómago. Sonrisa tonta. Ojitos brillantes.

Se acerca de lejos, caminando de manera sensual pero a la vez, con un poco de chuleria. Lleva una 
sudadera azul, con capucha, -mi favorita de todo su vestuario- con unos pitillos negros y, como no, sus
vans. Cada vez esta más cerca, y los pelos se me ponen de punta. Ya llegó. Me da un tierno beso, 
acompañado de un abrazo y acto seguido, me coje de la mano: 
-¿Llevas mucho tiempo esparando? - Pregunta él. 
- No, tranquilo, acabo de llegar - Miente ella. 
Caminan por toda esa calle hasta llegar a su fin, giran a la derecha y en frente tienen un parque. Un 
pequeño parque, verde, lleno de árboles y de niños correteando por ahí mientras sus madres pasean 
detrás de ellos hablando de Sálvame. La parejita feliz caminan sin soltarse de la mano, cuando de 
repente oyen a un niño llorar. Giran las cabezas, preocupados de que haya sido algo grave, pero no, la 
mamá y el papá ya estaban allí consolándole y diciendole que tiene que ser fuerte, que las lágrimas no 
resolverían nada. 
- ¿De mayor si me cayera, me levantarías? - Pregunta ella
- Claro amor, ¿por qué lo preguntas? -Dice él mosqueado
- Es que dices que amas la lluvia, pero te tapas bajo un paragüas; que amas el sol, pero en cambio te 
escondes bajo la sombra, entonces, cuando me digas que me amas, ¿que pienso yo?
- Es distinto, pero, a ver, me tapo de la lluvia para no ponerme enfermo. Me escondo bajo el sol, para 
no quemarme la piel pero cuando te digo que te amo, lo digo de verdad, de corazón y no puedo elegir a 
quien amar, pero lo siento, te ha tocado a ti, te amo a ti y a nadie más.

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