jueves, 25 de agosto de 2011

Carolina se enamora.

En la playa hay una pareja. Él corre arrastrado una cometa. Ella está parada con las manos en las caderas, mirándolo. él corre sin cersas. Pero, dado que apenas hay viento, la cometa traza lentamente una parábola y a continuación cae en picado y acaba clavándose en la arena. Ella se echa a reír y él le da alcance a duras penas, derrotado por esa inútil tentativa de vuelo. Ella se ríe aún más y se mofa de él. Entonces él la abraza y la aferra tirando de ella. Ella forcejea un poco, pero, al dinal se besan. Se besasn así, frente al mar, en esa playa libre y vacía, intemporal , con el infinito azul del cielo, con el sol en lo alto y con ese horizonte lejano donde el mar y el cielo se confunden. Y yo me echo a llorar de nuevo. Las lágirmas se detienen en el borde inferior de la montura de mis gafas, de manera que las levanto para dejarlas salir. Y suelto una carcajada. Me río. Lo miro. No se ha dado cuenta. Después se vuelve hacia mí y me acaricia el brazo, me sonríe, pero no me dice nada. Así que me inclino y me apoyo en él. Me rodea los hombros con su brazo. Me abraza y, de repente, me siento un poco más serena y dejo de llorar. Claro que sí. Mañana será otro día . Me siento realmente estúpida. Me entran ganas de echarme a reír de nuevo. Estoy muy cansada. Me río y después vuelvo a llorar, sorbo por la nariz y él esta vez se da cuenta y me estrecha un poco más entre sus brazos. Cierro los ojos. Lo siento, pero no lo consigo. Me da un poco de vergüenza.  Pero la verdad es que estaba muy enamorada. Estoy muy enamorada. Exhalo un prolongado suspiro. Abro los ojos. Ahora el sol se encuentra justo delante de nosotros. Algunas gabiostas sobrevuelan el mar. Rozan levemente el agua y se elevan de nuevo hacia el cielo.
Tengo que conseguirlo. Ya añoro el amor. Y me siento sola, terriblemente sola. Pero volveré a ser feliz algún día, ¿verdad?. Quizá necesite algo de tiempo. Da igual, no tengo prisa. Entonces sonrío y miro a Rusty James, que, a su vez, me mira y me sonríe también. Exhalo un hondo suspiro y noto que voy recuperando la seguridad.
Sí, lo lograré. Porque, a fin de cuentas, sólo tengo catorce años, ¿no?
-Federico Moccia.

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